Perfecta...misión adquirida desde que nació. Debía ser una niña perfecta y no desilusionar a papá y mamá. La norma y la regla estaban ahí como una constante compañera y como una promesa de que el amor y la admiración llegarían.
Como desilusionarlos? No era posible!
Como no tener el control? Inconcebible!
La niñez pasó rápidamente y el miedo a defraudarlos creció con ella. La adolescencia llegó sin ser invitada y las ansias de perfección empezaron a hacerse más evidentes. Su autoestima no existía... Pasaron los días y ella solo pensaba en ser la mejor en el colegio, limpiar muy bien su cuarto, cumplir con los deberes otorgados, ser la mejor amiga, ser la mejor hija y ser la mejor en todo. Se encargó muy bien de construir un mundo de perfección y de llevar una máscara llena de sonrisas... Por supuesto debía mantener todo bajo control, llegando hasta el extremo de controlar su apetito, su hambre, su cuerpo... Primero fué la anorexia y despues por eso de las culpas y remordimientos llegó la bulimia... Todo por "asegurarse" una admiración, una palabra bonita y una sonrisa alentadora de los que la rodeaban. Construyó rutinas y rituales para no perder el rumbo, para no dejarse perder en ese camino que lo único que prometía, al contrario de la perfección y la admiración, era el fracaso.
Se sumergió en un mundo de tristezas, de desilusiones, de melancolía, de enfermedad, de vacíos y de culpas.
La perfección como medio para lograr el cariño, la aceptación y el amor del otro.
Hoy por hoy, ya que la adultez le llegó ha aprendido poco a poco a desprenderse de esos rituales aniquiladores. Poco a poco se descubre en su ser misma, antes de descubrirse en el otro, poco a poco se acepta y se quiere un poquito más.
Hoy por hoy, se da cuenta que la lucha que inició desde hace años atrás era irrelevante, ya ella había nacido perfecta, así tal y como era, sin más y sin menos.
Hoy por hoy.... Poco a poco.
